Introducción
Si hay una cuestión capaz de aglutinar en torno a sí los temas y nociones
centrales de las enseñanzas metafísicas del medio y del lejano Oriente es
precisamente la cuestión del sufrimiento. Prácticamente todas estas enseñanzas
coinciden en afirmar que su máximo interés se cifra en el sufrimiento y en la
liberación del sufrimiento. Este énfasis en lo que es una cuestión directamente
existencial no conlleva una subordinación del conocimiento puro a la praxis,
de la metafísica a la ética, como algunos estudiosos occidentales han
interpretado. Más aún, estas distinciones (conocimiento-praxis, metafísicaética)
carecen de sentido en el contexto del pensamiento más específicamente
oriental, para el que el conocimiento metafísico tiene siempre,
intrínsecamente, carácter operativo y una función liberadora; una liberación
que es tanto emancipación de la ignorancia como del sufrimiento, pues ambos
se consideran indisociables. No hay tal subordinación, en otras palabras, pues
hablamos de una “liberación” que no es para estas enseñanzas un efecto o
resultado extrínseco del conocimiento, sino que es idéntica a él. La fuente de
la esclavitud interior y del sufrimiento es la ignorancia de la realidad, y ésta se
desvanece con la luz del conocimiento del mismo modo en que la luz física
disipa la oscuridad.
Decir que estas enseñanzas orbitan en torno al sufrimiento y a la liberación del
sufrimiento, equivale a decir, por consiguiente, que se ocupan básicamente de
la ignorancia y de la liberación de la ignorancia. Para la sabiduría oriental,
conocer y ser coinciden y la ignorancia del Ser no es, por ello, una ignorancia
de alcance meramente intelectual sino existencial.
En estas páginas nos centraremos en la aproximación al sufrimiento llevada a
cabo por una de las tradiciones orientales de sabiduría más paradigmática: el
vedânta advaita índico o vedânta de la no-dualidad. Antes de pasar a explicar
qué es el vedânta y qué significa “no-dualidad” (a-dvaita), señalaremos que la
doctrina de la no-dualidad (advaita-vâda), lejos de ser exclusiva de la
tradición vedânta, constituye el eje central de prácticamente todas las grandes
tradiciones espirituales y metafísico-gnósticas. Encontramos esta doctrina nodual
en el mundo índico (en el vedânta advaita, en el Shivaísmo de Cachemira,
etc.), en el buddhismo (especialmente en el buddhismo mahâyâna, y dentro de
éste, en el buddhismo zen), en el taoísmo, en el núcleo esotérico del islamismo
(en el sufismo y la gnôsis shiíta), en la filosofía griega, o de ascendencia
griega, ligada a los Misterios (el orfismo, el platonismo, el neo-platonismo), en
ciertas vertientes del gnosticismo y de la mística especulativa (Eckhart,
Angelo Silesio...), en el hermetismo, en la qabbAlAh hebrea, etc.
Todos los advaita-vâda señalados comparten intuiciones estructuralmente
análogas sobre la naturaleza última del ser humano y de la realidad, unas
intuiciones no meramente teóricas, sino operacionales, que apuntan a la
realización de las posibilidades latentes en las estructuras profundas de todo
hombre y que culmina, para todos ellos, en la intuición supra-objetiva de la
no-dualidad última de lo real. Estas analogías conciernen, necesariamente, a la
cuestión del sufrimiento, y de aquí que todas estas enseñanzas realicen un
similar diagnóstico de su naturaleza, de su causa y de los medios conducentes
a su superación.
Si bien la doctrina no-dual ha tenido eminentes representantes en Occidente,
ha sido tematizada en toda su amplitud y radicalidad por los representantes de
las más influyentes tradiciones metafísicas de Asia (el taoísmo, el buddhismo
y el vedânta, fundamentalmente). Me centraré, por consiguiente, en el vedânta
advaita, pero no nos interesará como una doctrina aislada dentro de las muchas
que componen el rico y complejo panorama del pensamiento oriental, sino en
lo que tiene de advaita-vâda, de doctrina sobre la no-dualidad, y más en
concreto, de tradición paradigmática del no-dualismo asiático. Por ello, y para
ilustrar el carácter universal de la doctrina advaita, no tendremos
inconveniente en intercalar ocasionalmente en nuestra exposición alusiones a
otras tradiciones no-duales diversas del vedânta. A su vez, tomaremos como
referencia fundamental en nuestro acercamiento al vedânta advaita, las
enseñanzas de uno de sus principales representantes contemporáneos:
Nisargadatta Maharaj (1897-1981).
El vedânta advaita
La palabra “vedânta” significa “fin de los Vedas” y alude, en una primera
acepción, a las Upanishad, unos textos redactados en su mayor parte entre el
800-400 a.C. que recogen las enseñanzas que el maestro (guru) que había
obtenido la “visión” o penetración intuitiva, directa, en la realidad última,
transmitía al discípulo (chela) que buscaba la auto-realización metafísica. Los
Vedas son unas colecciones de textos escritos a partir, aproximadamente, del
1500 a.C. que constituyen la matriz de la tradición hindú y la base de sus
principales desarrollos teórico-práxicos. El número ingente y variadísimo de
doctrinas que constituyen el hinduismo se unifican, de hecho, en su común
pretensión de tener a los Vedas en su raíz. Las Upanishad son el “fin de los
Vedas” en un doble sentido: son los textos que están localizados en la parte
final de cada una de las compilaciones védicas y, a su vez, son el fin interno de
los Vedas pues recogen lo que hay en ellos de conocimiento estrictamente
metafísico, de conocimiento del Ser (sadvidyâ).
El término “vedânta” alude, en una segunda acepción, a una de las seis
tradiciones de pensamiento-espiritualidad, escuelas o darsanas reconocidas
por la tradición índica de raíz védica. Esta escuela encuentra su fuente
principal de inspiración en las Upanishad —de ahí la denominación de vedânta
—, muy en concreto, en la doctrina upanishádica de la identidad entre Âtman
(el Sí mismo o fondo último del yo) y Brahman (la esencia de todo lo
existente).
El vedânta advaita es, a su vez, una sub-escuela del vedânta —la principal, y,
sin lugar a dudas, la más audaz, profunda y sutil—, cuya doctrina adquirió
cuerpo a través de la obra de Shankara (788-820 d.C), un gran sabio y místico
hindú al que algunos han denominado “el Santo Tomás de Aquino del
hinduismo”. Se trata de una sub-escuela tan importante y conocida —pues
compendia la que probablemente sea la doctrina metafísica índica más
importante e influyente— que el término vedânta, utilizado sin mayores
matizaciones, ha llegado en la práctica a ser sinónimo de vedânta advaita.
La esencia del vedânta advaita se considera tradicionalmente sintetizada en
cuatro aforismos de las Upanishad denominados mahâ-vâkya (aforismos o
sentencias fundamentales), cada uno de ellos correspondiente a un Veda:
—“Yo soy Brahman” (Aham brahmâsmi).
—“Tú eres Eso” (Tat tvam asi).
—“Este Yo es Brahman” (Ayam âtmâ brahma).
—“Brahman es Conciencia pura” (Prajñânam brahma).
La reflexión en torno al significado de estas sentencias nos servirá de guía para
adentrarnos en el vedânta advaita y nos permitirá contextualizar su
aproximación al sufrimiento. Como veremos, todos los advaita-vâda
coinciden en afirmar que el sufrimiento tiene su origen en la ignorancia
entendida como conocimiento deficiente de la naturaleza del yo y de la
realidad. Los mahâ-vâkya señalados buscan expresar de forma sintética
precisamente esto último: cuál es, según el vedânta advaita, la naturaleza
última del sí mismo y de la realidad. En esta cuestión estrictamente metafísica
nos centraremos en la primera mitad de este escrito; en la segunda mitad,
ahondaremos directamente en la cuestión del sufrimiento.
por Mónica Cavallé Cruz
domingo, 25 de noviembre de 2007
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